Influencia del patrón cultural
Todos tenemos un patrón cultural que heredamos de nuestros padres. Un patrón que nuestros antepasados fueron transmitiendo de generación en generación. Las costumbres, los gustos culinarios y especialmente lo que creemos, o no creemos, viene determinado ampliamente por la cultura en que nos desarrollamos. Una cultura que se nos enseñó o impuso ¿Necesitamos liberarnos de nuestro patrón cultural? ¿Algún patrón cultural es el mejor? ¿Cómo afecta mi patrón cultural a la fe que decimos tener en Dios? Unas preguntas que merecen unas respuestas precisas.
En el campo de la fe también existe la llamada Cultura del Reino que es preciso conocer y que nos hará entrar en conflicto con nuestros respectivos patrones culturales. Para una inmensa mayoría de personas su cultura, aquella de la cual provienen, es la única válida. Los conflictos sociales, religiosos o políticos se generan básicamente por el enfrentamiento entre diferentes patrones culturales que se repelen, rechazan y desestiman de forma mutua ¿Necesitamos liberarnos de nuestro patrón cultural heredado? Al final del presente estudio tendremos la respuesta más efectiva y precisa que nos servirá además para tomar las decisiones más importantes de la vida.
El caso bíblico más contundente de liberación del patrón cultural es el protagonizado por Rut, la moabita y Noemí su suegra judía. Una clara victoria sobre la inducción a seguir los nombrados patrones culturales que todos hemos sufrido en algún momento y de los cuales hemos de liberarnos, con prisa y sin pausa.
Los matices son importantes para entender un cierto contexto y no hacer del contexto un pretexto. La moabita Rut no llegó de repente y sorpresivamente a tomar la decisión más trascendental de su vida. No sucedió que un buen día se levantó y dijo me voy a Israel, me “hago” judía y aprovecho que Noemí regresa a su tierra para irme con ella.
"El caso bíblico más contundente de liberación del patrón cultural es el protagonizado por Rut, la moabita y Noemí su suegra judía"
Rut no pensó en aprovechar el viaje de su suegra para inmigrar a Israel y buscar un futuro mejor. Rut no usó el interés personal para alcanzar una meta. Rut tenía un profundo sentido de lo que significan los Intereses Comunes y Comunitarios en contraposición de los individualistas intereses personales.
La moabita Rut tomó la firme decisión de cambiar su patrón cultural de forma radical y aceptar con todas las consecuencias el Patrón Cultural que su suegra Noemí representaba. Un Patrón cultural que representa el Israel de Dios. Muchas supuestas conversiones, cambios del patrón cultural, no son más que conveniencias o intereses personales disfrazados de espiritualidad. Así tarde o temprano se desmorona la supuesta aceptación del Patrón Cultural establecido por el Cielo y la tragedia de la Perdición, con mayúsculas, se hace patente.
"El patrón cultural de Rut no fue impedimento, a la hora de decidir y asumir una nueva identidad espiritual, dado que su decisión era firme"
Rut conocía muy bien la idiosincrasia del Pueblo de Israel. Una mujer moabita casada con un judío y con una suegra judía, maestra de la Torá, que no podría desconocer el patrón cultural hebreo. Rut no dejó su propio patrón cultural por otro totalmente desconocido sino todo lo contrario conocía perfectamente el Patrón Cultural al cual se exponía. Rut aceptó conscientemente, y con un amplio conocimiento de causa, el ya mencionado Patrón Cultural de Israel.
El proceso de conversión e integración de Rut estaba basado en la enseñanza recibida de su suegra. En la experiencia práctica de vivir el Judaísmo de su esposo, suegra y cuñado que también estaba casado con una moabita.
La aparente pequeña comunidad judía en el exilio moabita había mantenido los Principios y Prácticas del Judaísmo con fidelidad. La decisión de Rut no fue basada en el simple interés personal de sacarle provecho a las circunstancias. Rut de forma consciente aceptó el Patrón Cultural del Cielo y el santo compromiso de servir al Único Dios Verdadero. Un trascendente cambio de patrón cultural propio para abrazar el Patrón Cultural del Cielo. Una decisión firme basada en el conocimiento adquirido por el estudio sistemático de la Torá.
Rut si conocía la idiosincrasia del Pueblo de Israel ya que se casó con un judío, hijo de Noemí. Por la fuerza de la lógica Rut tendría que haberse convertido al Judaísmo previo al matrimonio. La conversión es “solo” un paso hacia la Vida Eterna. La conversión no es la Salvación propiamente dicha. La experiencia de la conversión, entendida como un cambio de Patrón Cultural, requiere el previo estudio de la Torá o Ley de Dios. Un estudio que incluye las prácticas de las Festividades, una confesión de fe y bajar al mikve o baño ritual. La fe que no es una práctica vivencial es solo una dañina excusa de aparente espiritualidad.
La moabita Rut tenía el conocimiento y la práctica cotidiana necesaria para ser considerada judía a todos los efectos. La confesión de fe ante su suegra Noemí de “Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios, mi Dios” fue el sello distintivo de su conversión.
Una verdadera Conversión que Rut llevó hasta el extremo al dejar su tierra, sus paganas creencias y liberarse de la influencia de los atávicos espíritus ancestrales. No solo se trata de palabras sino de hechos o prácticas concretas las que nos identifican y distinguen como Hijos de Luz.
"Rut no pensó en aprovechar el viaje de su suegra para inmigrar a Israel y buscar un futuro mejor. Rut no usó el interés personal para alcanzar una meta. Rut tenía un profundo sentido de lo que significan los Intereses Comunes y Comunitarios en contraposición de los individualistas intereses personales"
El Proceso de Conversión es el inicio, la meta de salida del Camino Angosto llamado Patrón Cultural, que nos lleva a la Vida Eterna. Un paso que Rut había dado con firmeza. La conversión de Rut no cambio su estatus sino su corazón, su mente y sus prácticas religiosas. Rut seguía en su pueblo, con su gente, con su familia, aunque se había casado con un judío. El asunto tal vez se le complica cuando muere su marido y tiene que decidir si su conversión era tan fuerte como para cambiar de vida y seguir viviendo junto a su suegra Noemí como su maestra y guía en la fe.
Rut podía quedarse en su país bajo la condición de viuda, casarse de nuevo o elegir irse a otro lugar o país. Rut dejó las costumbres de su pueblo y la mentalidad adquirida para empezar una nueva vida. Rut sabía muy bien lo que era ser judía y que además era reconocida como tal por su suegra y su marido. Rut asumió su nueva condición como viuda y judía de una forma sinceramente espiritual.
El patrón cultural de Rut no fue impedimento, a la hora de decidir y asumir una nueva identidad espiritual, dado que su decisión era firme. El ejemplo que había recibido fue muy claro, aunque ella era quién tenía que decidir asumir todo el conocimiento adquirido. En otras palabras, necesitamos no solamente saber, conocer, entender, estudiar o analizar lo que creemos sino dar un cambio radicalmente absoluto de forma de vida.
Rut hizo lo que todos necesitamos hacer para entrar a formar parte de la ciudadanía espiritual del Israel de Dios. Rut asumió públicamente su nueva condición de judía ¿Nos podemos imaginar lo que supuso para la familia moabita de Rut que les dijera que era judía? ¿Nos imaginamos el conflicto cultural de decir a su familia que se había convertido al Judaísmo? El judaísmo representaba la forma religiosa más antagónica a las prácticas de los moabitas.
Somos lo que somos si hacemos lo que debemos. La forma de vivir, en la cual decimos creer, es el reto que debemos asumir delante de los demás. El dilema tiene nombre de cambio y se llama Patrón Cultural del Cielo.
Rut luchó contra su pagano patrón cultural y renunció al mismo en palabras y en hechos. Mientras no renunciemos expresamente a nuestros respectivos patrones culturales y aceptemos el Patrón Cultural del Cielo seremos moabitas disfrazados de judíos. No dejaremos de ser lo que somos, pero aparentaremos ser lo que no somos. Enanos disfrazados de gigantes. Una actuación lamentablemente más común de lo que pudiéramos imaginar. Qué el Cielo permita que seamos capaces de señalar el Camino emprendido a todos cuantos nos rodean. La confesión de fe en Dios está claramente expresada por Rut cuando le dijo a su suegra Noemí:
"No me ruegues que te deje y me aparte de ti, porque a dondequiera que tú vayas, iré yo, y dondequiera que vivas, viviré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios, mi Dios. Donde tú mueras, moriré yo y allí seré sepultada. Traiga Dios sobre mí el peor de los castigos, si no es solo la muerte lo que hará separación entre nosotras dos" (Rut 1.16–17)
Todos en nuestro círculo de relación, familiares, amigos, conocidos y desconocidos tienen que vernos firmes en la forma práctica en que vivimos. Todos tienen que oírnos hablar con valentía y sin complejos, de nuestra bendita herencia de fe. El ejemplo de lo que somos no es una opción temporal sino una decisión expresa, que nos lleva a la Eternidad. Todos tienen que saber, por lo que hacemos y decimos, que hemos cambiado nuestro contaminado y caduco patrón cultural por el Patrón establecido por el Cielo en la tierra.
"El Patrón de Bendición es para nosotros y nuestros hijos en primer lugar. Un Patrón de Bendición que además alcance a cuantos lo busquen, quieran recibir y lo vocalicen. Compartamos y repartamos nuestro Patrón Cultural, establecido por el Cielo, para que nadie diga que siempre nos quedamos con lo mejor"
Los atávicos espíritus ancestrales nos inducen a rechazar el Patrón Cultural Bíblico establecido por el Cielo y a mantener un patrón marcado por los antepasados que no quisieron asumir el patrón cultural del Cielo. La luminosa formación espiritual establecida por el Cielo nos libera de la deformación mundana impuesta por los atávicos espíritus ancestrales que gobiernan en la oscuridad.
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